1º
de noviembre...resaca de Jalogüín. Anoche disfrutaron los peques, con sus
disfraces y dulces; esta mañana disfrutamos los papas, cambiando los disfraces
por la equipación ciclista, y las chuches por las barritas.
A
las ocho puntuales en la Ñ, con rumbo moncalvillero esperan Lukas y Miguel, y a
Sergio lo recogemos en el aparcamiento del decathlon; el día está despejado, la
temperatura no es mala...¡buenas perspectivas¡
Los
habituales caminos de la grajera, subida al alto por las viñas y en un
periquete, en Navarrete.
Salimos
dirección Hornos; los tiros de escopeta que resuenan por la ladera de la dehesa
nos invitan a elegir una vía de ascenso alternativa a la habitual, que rodea, a
media altura, el altiplano de la dehesa por su cara norte.
Al
llegar a la ermita del Cristo, comienzan los líos de faldas; líos, porque, como
es marca de la casa, nunca se repite ruta, así que comienzan las
investigaciones; de faldas, porque toda la ruta se concentra en la falda del
Moncalvillo...(¿qué os pensabais, que con el título de la crónica, hoy tocaba
un salsa rosa o qué?)
Respecto
a la temporada de setas, queda explicado con la cantidad de gente que había hoy
por el monte, no solo ciclistas y cazadores, además de por el reportaje
fotográfico que acompaña a esta crónica...¡hoy nos hemos ahorrado un pastón en
barritas energéticas¡¡¡
Bien,
continuamos. En la ermita del Cristo, la alternativa abandona la pista, y
comenzamos un ascenso senderil a la izquierda de ésta, que nos deja en ningún
lado; volvemos a la civilización -entiéndase, la pista habitual que sale de
Hornos-, tras patear por el bosque, vadear un riachuelo y atajar la espesa
vegetación de sus orillas. Media horita de aventura para avanzar un par de
kilómetros.
La
afrenta queda compensada con el chiste del hippie y la monja, que el humorista
de turno os contará si tiene a bien.
Seguimos
ganándole metros a la sierra del Moncalvillo; empalmamos con la pista que sube
de Sotés, y tras coronar a unos 925 m., enganchamos la pista de bajada a Santa
Coloma; tal y como nos anticipó el guía, el tramo tras pasar la portilla está
repasado, y no se forman las trampas de barro y charcos habituales, así que el
descenso es la mar de divertido.
Antes
de llegar a Santa Coloma, giro brusco a izquierdas, y comenzamos el segundo
ascenso de la jornada; un tramo de buena pista, otro más pendiente asfaltado
nos aboca a un punto de no retorno, según los pastores lugareños que cruzamos.
El
guía tiene un as en la manga, y al llegar al camino de La Cruz de Los Muertos,
lo abandonamos para cruzar una finca arada y una praderita, en la que probamos
nuevas especies de setas y reparamos un inoportuno pinchazo.
A
continuación, para finalizar la transición al nuevo objetivo de la jornada, un
nuevo lío de faldas, al pasar por una zona minada por el ganado vacuno; una
pateadita, y de nuevo enlazamos con el camino de los ciruelos, dirección las
antenas.
Es
la parte más bonita, también exigente de la jornada; la pista discurre entre
bosques y helechos, con el característico tono ocre del otoño, acentuado por
los rayos del sol propio de los días de atmósferas limpias como es el de hoy.
Enlazamos
con la pista que sube de Santa Coloma, y en pocos minutos coronamos la cota
máxima de la jornada -1.197 m.-; unos metros antes, Lukas decide que, llegados
aquí, es tontería no subir a las antenas; Sergio le sigue, y Miguel y yo
continuamos la pista hasta la carretera, saliendo al asfalto justo debajo de
las curvas paelleras de después del paso canadiense que tanto aterran a los
carreteros.
La
vuelta, sin incidencias...al menos la nuestra; la de los dos aventureros, me
huele que la habrán redondeado con un descenso por....¿las neveras? O ¿alguna
otra más retorcida? Prefiero no pensarlo.
Lukas: pues subimos por el cortafuegos a las antenas y bajamos por aquí... que no son las neveras y es algo más complicado, por desconocido...